En el armado del Dia de la lealtad peronista, el líder del partido Justicialista bonaerense, Máximo Kirchner planeaba un evento para que la vicepresidenta Cristina Kirchner fuera la figura principal, como un significativo regreso tras el intento de magnicidio que sufrió en la puerta de su casa en Recoleta. Pero Alberto Fernadez negoció con la CGT el lunes por la noche para armar su propio acto en Tucumán.

Todo parece indicar, que con la CGT, el presidente esperaba verse rodeado de gobernadores y gremialistas, como una manera de recuperar algo del protagonismo que perdió con el ingreso de Sergio Massa al gobierno y la centralidad que obtuvo Cristina con el juicio de Vialidad y el atentado.

Sin embargo, según trascendió, la vicepresidenta nunca se entero de los planes de Alberto y eso cayó muy mal en el entorno de la vice. Máximo, que ya venía arrastrando una pésima relación con el presidente, fue quien hizo saber su descontento con mayor firmeza. 

En ese sentido, la CGT decidió avanzar en los preparativos de un acto propio y de neto corte sindical para celebrar, sin la participación del presidente Alberto Fernández ni de Cristina Kirchner. La decisión supone un intento de la central obrera por escenificar un gesto de autonomía en medio de las diferencias que dividen al Frente de Todos y a la par preservar la débil unidad interna tras los cruces de los últimos días que colocaron a la entidad al borde de una ruptura.

Alberto empezó a dar muestras de que la tregua en el Frente de Todos tras la llegada de Massa terminó, pues comenzó a mostrar poder de daño para abrir una negociación y una de esas muestras fue oponerse a la eliminación de las PASO, una jugada que en un sector del peronismo acusan de "grave" porque golpea la estrategia electoral para intentar retener el poder. Máximo es uno de los dirigentes molestos con Alberto por esa maniobra.