En la tarde del viernes dos chicos de González Catán que parecían trasladados desde décadas pasadas, regresaron al triste e inseguro presente, de la mano de dos rastreros que portaban al menos un arma de fuego y se movilizaban en moto.
Los adolescentes permanecían sentados en los escalones de la vereda sobre la calle Leopardi, una práctica normal que se robaron cuando el Estado perdió el control de las calles, y no se percataron que un sujeto les pasó por atrás atraído por sus teléfonos celulares.
El sospechoso dio la vuelta en la primera esquina y a mitad de cuadra se juntó con un motoquero con el que convino el plan rastrero.
El sujeto regresó hasta Leopardi, corroboró que en la transitada calle no habían policías o testigos con pinta de "problemáticos, y luego caminó hacia los chicos que estaban en el mismo lugar.
El ratero se les paró delante y con el apoyó del motoquero que estaba a pocos metros, les apuntó a las cabezas con el arma que escondía en la cintura y les exigió que le entreguen los teléfonos celulares.
En las imágenes que acompañan esta nota se observan dos detalles importantes: el muchacho que permanecía en la esquina acompañado por una joven, sospechó de los sujetos y se alejó con la acompañante cuando visualizó la pistola. Quién no se percató de lo que ocurría fue la mujer que llevaba al nieto de la mano y caminó detrás de las víctimas cuando eran amenazados.
Pocos segundos después los motochorros se alejaron con los aparatos robados y continúan en libertad.
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